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jueves, 22 de julio de 2010

Bendita austeridad que nos sacarás de la miseria

Como ha llegado España a la crisis es por todos conocido. Con el Euro, una masa de capital a tipos de interés reales negativos, es decir, más bajos que la inflación, inundó nuestro país. El tema no hubiera sido grave si este dinero prestado se hubiese dedicado mayoritariamente a fortalecer nuestro sistema productivo. Pero, aunque una parte sí lo ha hecho, la mayor porción se fue a alimentar la burbuja inmobiliaria, previa liberalización del suelo. Equiparando un euro a 100 pesetas, una falsa sensación de riqueza se instaló en la sociedad, y el país comenzó a vivir por encima de sus posibilidades con el dinero de fuera. Llegada la crisis España no tiene moneda propia; su capacidad de respuesta productiva es menor y, por tanto, sólo tiene como campo de maniobra el ajuste de rentas y la recuperación de su aparato productivo con ganancias de productividad. Una maravilla.

¿Cómo hemos reaccionado nosotros los ciudadanos europeos y españoles? Primero pecamos de ingenuos, luego de incrédulos, después llegaron las alarmas. Sabemos que estamos en crisis, pero no sabemos ni cuándo ni cómo saldremos de ella. No podemos aspirar a que nos lo digan nuestros líderes políticos, ni tampoco los medios de comunicación, ni siquiera la mitad de los economistas de este planeta. La crisis se siente en la calle, como al final se siente todo, se nota todo. Sin embargo, nuestros gobiernos dicen “que los planes de austeridad nos sacaran de la crisis”, el G-20 dice que la crisis se soluciona con una reducción en el déficit fiscal. ¿Déficit fiscal?pero...el problema no era ¿el desempleo? ¿el aumento del paro? ¿la disminución del consumo? ¿el cierre masivo de PYMES?¿la corrupción fiscal?¿la falta de empuje para la demanda agregada? No se supone que es el crecimiento del PIB lo que señala que se sale de una crisis? ¿no estamos en una economía capitalista? ¿no somos un país social demócrata?

La receta establecida ha sido clara. En España, recortes en el desarrollo humano, la congelación de salarios, el recorte de las pensiones, la anulación de la retroactividad de la ayuda a la dependencia…etc. En Europa, el auge de la xenofobia, el establecimiento de medidas que faciliten que los inmigrantes que se vayan, cualquier cosa que se oponga a la solidaridad, alarmando a la población, y repartiendo el dinero de los impuestos para “curar” a los bancos. Las tiendas cierran. No hay créditos para las PYMES. El dinero de sus impuestos destinado a sanear a los bancos, no ha vuelto en forma de préstamos.Y mientras Europa, encabezada por Alemania, nos dice que nos abrochemos el cinturón. Parece que nuestros problemas antes de la crisis: la falta de competividad que distingue nuestra economía en el marco europeo, la burbuja inmobiliaria, las limitaciones de la productividad, todo invertido en el ladrillo; la morosidad, las hipotecas, los empleos basura, el 20% de los jóvenes en paro, la escasísima destinación de fondos a la investigación; han quedado en el olvido. Pero sobre todo, lo que más parece haberse alejado de nuestras memorias, y la de nuestros líderes europeos es que España tenía un superávit fiscal antes de la crisis.

Frente a este paisaje de sistema capitalista en crisis, el G-20 se ha pronunciado por mantener y profundizar el modelo económico neoliberal de donde precisamente salió la crisis actual. Los mercados financieros europeos, al observar que el Pacto de Estabilidad (especialmente, el de un déficit público máximo, fijado en el 3% del PIB) no ha funcionado al no poder evitar los elevados crecimientos de déficit y deuda en la zona euro, han decidido disciplinar con dureza a sus países miembros y especialmente a aquellos contagiados por Grecia, obligándoles a rápidos y duros ajustes fiscales, pero ahora, una vez adoptados dichos ajustes, siguen castigándoles porque temen que su crecimiento será menor y no podrá reducir sus déficits lo suficiente o a tiempo. Y sin embargo, el objetivo de dichos ajustes, que es reducir la desconfianza y las expectativas negativas de los mercados, no está consiguiéndose. Se dice de España que somos “PIIGS”, ya sabéis cómo aquellos animales que se revuelcan en el fango. Que no somos un país trabajador. ¿Pero qué pasaría si esto mismo, de que las amas de casa en España derrochan dinero, se lo dijeran a mi madre, o a mi abuelo? Me parece que ellos se sentirían muy ofendidos. No somos PIIGS, bien contentos estábamos todos (y cuando digo todos, digo Alemania, digo Francia) cuando entramos en la UE; somos el resultado de las circunstancias.

La crisis económica mundial es bien compleja. Con el sudeste asiático en los actuales niveles de ahorro, Estados Unidos de consumidor de última instancia, el Euro sin política económica común y los hipertrofiados mercados financieros, que no olvidemos, son la madre de todos los males; auguran que la crisis tiene difícil salida. ¿Porqué si ya se ha liquidado el mito de que los mercados autorregulados son capaces de equilibrarse por sí solos, no se recurre a Keynes, pidiendo mayor gobernanza económica global y mucha más regulación? Lo bueno que tiene el capitalismo es que cuando funciona los ricos pueden volverse muy ricos, y los pobres no se quejan porque a pesar de no ser ricos hay pastel también para ellos, y si no lo hay, el gobierno que, en tiempos de bonanza también recauda, les protege. El problema es que el capitalismo puede funcionar a veces, incluso puede funcionar muy bien; pero a veces también puede entrar en crisis. Y que el sistema entre en crisis ante todo implicará una cosa: los pobres serán más pobres, y lo serán más no sólo porque haya menos pastel para repartir, sino porque lo poco que haya lo querrán los ricos. Es en este contexto en el que nuestros gobiernos de izquierda, se han quedado paralizados, sin tomar las medidas necesarias cuando empezó el retroceso de la economía, y, luego, recurriendo a recortar el Estado de bienestar. Todo en la historia tiene su lógica: vivimos en una economía de mercado, lo que prima es el capital, y si hay que sacrificar el público para salvar al privado, se sacrifica.

Mira tú lo que es el destino que, ante la más irónica de las suertes, el Tratado de Lisboa vino queriendo destacar por incluir la solidaridad como valor fundamental de la Unión. Y sin embargo, ante las dificultades financieras de la auténtica primera crisis de la globalización en Occidente, los países de la Unión Europea han respondido haciéndose daño recíprocamente. Y las primeras víctimas son los países mediterráneos. Europa le ha pedido a España una política de austeridad que equivale a dar un hachazo contra los puestos de trabajo en un país donde el desempleo ya está por encima del 20%. Como decía Loretta Napoleoni, “de repente la globalización se ha convertido en un far west donde no existen ni reglas ni honor”. Como si el mundo se hubiera vuelto del revés, los estadounidenses desaprueban la austeridad europea, recelosos de perder su mercado. Por nuestra parte, los europeos criticamos el proteccionismo americano, como si nosotros no llevásemos décadas siendo proteccionistas cuando nos interesa…

Que las reformas son necesarias, es obvio. Hay que salir de la crisis. Pero no creo que la austeridad ayude a aumentar el empleo, no creo que sea justo estafar a la población salvando a los bancos para que sus directivos puedan mantener su nivel de vida y después pidiendo que el resto de la población se abroche el cinturón. No creo que esta “insolidaridad” que azota Europa, que encasilla a los países menos competitivos, y se vuelve cada vez más xenófoba, suene precisamente a “mejoras”. No creo que nuestros gobiernos conservadores nos vayan a sacar de ésta.

En España, está claro que la salida de la crisis vendrá de la mano de reformas estructurales, no podría ser de otra manera dada nuestra la baja competividad en los mercados europeos, y el alto desempleo. Sin embargo, nuestro Gobierno parece olvidar que las necesarias reformas del mercado de trabajo y del modelo productivo tienen importantes costes. No se puede cambiar el modelo de contratación sin generar incentivos. Y no se puede llevar a cabo una transición hacia una economía del conocimiento sin recursos, en un Estado sin capacidad fiscal ni la legitimidad política que emerge de un sistema recaudatorio justo. Si hay que tomar medidas tomémoslas. Prescindamos de asesores, ministerios, direcciones generales y un buen número de cargos superfluos, pongamos tasas a las transacciones financieras, miremos con lupa fraudes y corrupciones, pensemos en la instauración de tasas sobre las rentas de capital más alta e incrementemos los impuestos sobre los beneficios de la banca. Aboguemos por un cambio en los modelos de vida, apostando por la transparencia, la profesionalidad, un ajusto fiscal que haga justicia social, la generación de confianza y de amistad cívica. Pero nunca reduzcamos en desarrollo humano. Es simplemente inadmisible.

Hay formas de salir de la crisis. Como ciudadano de Europa, que no me vendan “el sálvese quien pueda”. No me gusta la Alemania conservadora que está dispuesta a arriesgar la economía de los países menos competitivos por su obstinación y ofuscación en que la bendita austeridad es la solución de Europa (¿de qué Europa?, me pregunto yo….). No creo en la Europa del sálvese quien pueda. Como ciudadano de España, que no me vendan que la “austeridad y la reducción en desarrollo humano” va a ayudarnos a salir de la crisis. Sigo viendo ancianos por las noches rebuscando en la basura.
ALMUDENA DIAZ
Politóloga

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