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jueves, 4 de noviembre de 2010

La reunificación alemana y el fin del bloque soviético

La proxima semana se cumpliran 21 años de la caida del denominado Muro de Berlín, que separaba las dos alemanias. Con motivo de este aniversario, en este artículo veremos algunos hechos destacados de este importante momento histórico prestando especial atención a las posiciones del resto de potencias acerca de la posible reunificación. En este artículo también repasaremos el posterior desmembramiento de la URSS, la superpoténcia del bloque del Este.


La reunificación alemana fue un suceso muy importante en la historia del pasado siglo, y sin duda se ha convertido en un elemento simbólico clave del fin de la Guerra Fría. Ningún actor internacional pudo mantenerse al margen de este suceso que acababa con la separación producida tras la 2ª Guerra Mundial del territorio alemán en dos repúblicas independientes, una a cada lado de los bloques que caracterizaron el conflicto de la Guerra Fría.

Dentro del bloque occidental no existía una presión para que ambos Estados, la República Federal de Alemania (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA) se unificaran, ya que 40 años habían bastado para normalizar la situación de ambas repúblicas como independientes entre ellas. De hecho, ni tan solo la RFA muestra antes de 1989 un claro interés en que se produjera esta unificación, aunque las fuerzas políticas de ambos Estados habían tenido un acercamiento, más formal que no práctico, en los últimos 15 años a través de la Ostpolitik iniciada por el entonces canciller Willy Brandt. Tampoco la RDA, con el duro liderazgo de Erik Honecker, tiene interés de que se produzca tal unificación, considerando las cada vez más frecuentes reivindicaciones populares de asemejación con el nivel de vida occidental como un peligro. No obstante, esta posición de desinterés de los altos cargos de ambos Estados contrasta con lo que le interesa a sus respectivas poblaciones, especialmente a la de la RDA, donde si que se apoyará la unificación.

Tanto la URSS como Estados Unidos deciden mantenerse neutrales durante este proceso y dejar hacer a las repúblicas alemanas para que ellas decidan. La posición de la URSS es más complejo, ya que aunque bajo el prisma de la Perestroika de Mikhail Gorbachev en ningún momento se opondrá a la unificación e incluso impedirá a Honecker que actúe reprimiendo a los reivindicadores de la RDA, exigirá que la nueva Alemania resultante de la unificación mantenga una posición “neutral” en cuanto a las superpotencias, es decir, que no mantenga su estancia en la OTAN pero sí la presencia de tropas rusas en su territorio.

Los Estados que más claramente se posicionan en contra de la unificación son Francia, Italia y Gran Bretaña. Estos Estados consideraban este proceso como peligroso, puesto que Alemania unida volvería a gozar del estatus de gran potencia en el Sistema Internacional. Uno de los principales temores se basó en que la nueva Alemania unida modificará la senda que le había caracterizado dentro de la Comunidad Europea, de la cual era un colaborador importante, brindando un especial apoyo a las iniciativas francesas. En especial Francia, a través de Mitterrand, veía renacer los temores de la postguerra de 40 años antes, y volvía a ver a Alemania como un agresor potencial que podría tener intereses de recuperar todo el territorio perdido tras la 2ª Guerra Mundial o incluso de albergar otros intereses expansionistas. Margaret Thatcher, primera ministra británica, tampoco se mostró partidaria de la reunificación, aunque algo desacreditada por su gobierno, mostrándose contraria a la modificación del Status Quo europeo, y incluso intentando instigar a Gorbachev para que el presidente soviético detuviera el proceso. En cuanto a la OTAN, organización donde la RFA tenía un peso substancial, no se muestra muy favorable con el discurso (recordemos que Gran Bretaña es miembro y no estaba a favor).

Los nuevos Estados ex soviéticos de Europa Central tampoco verán con entusiasmo la unificación: Polonia temía que la nueva Alemania reivindicara la frontera Oder-Niesse, aunque esta había sido reconocida anteriormente por ambas alemanias y deberá ser reconocida por la nueva Alemania nuevamente; Checoslovaquia criticaría al canciller de la RFA Kohl de inconsciente y de poco en línea con la realidad; Hungría criticaba el proceso por su precipitación aunque admitió que era inevitable que se produjera la unificación.

Resaltaré por último la posición española, donde el Presidente del Gobierno Felipe González mostró una posición ambigua sobre la reunificación, pero el apoyo en el preciso momento transmitió González a Kohl fue muy valorada para este último, quien defendería mayores fondos de cohesión en las posteriores cumbres europeas.

Con el paso del tiempo, todos los Estados que no fueron favorables en un principio van moderando su discurso y aceptaran la unificación apoyando la causa como símbolo del constante proceso de cohesión europea.

El proceso de desmembración del bloque soviético iniciado en 1989 llevó a una situación prácticamente “post bélica”, donde las fronteras sufrieron numerosos cambios y hubo un importante reequilibrio de poder en el Sistema Internacional. Nuevos actores cogen relevancia (ONG’s, actores privados, subestatales e intraestatales, etc.), realineando las prioridades, modificando el concepto de seguridad en muchos más ámbitos. De esta manera, se produce un cambio paradigmático en la forma de entender las Relaciones Internacionales.

El símbolo clave para entender el fin de la Guerra Fría es la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana como momento clave del fin de la política de bloques que había caracterizado el periodo anterior, y pasando a un proceso europeo de mayor convergencia y cohesión. Simbólicamente, la reunificación alemana no solo fue la unión de las dos repúblicas (RFA y RDA) que históricamente habían formado el territorio alemán, sino que era la reunificación europea después de 40 años de pasiva vecindad.

Alemania unificada mantuvo buenas relaciones con sus Estados vecinos, y tendrá una política exterior pacífica, impulsando nuevas formas de cooperación en el ámbito de la Comunidad Europea, y subregionalmente en la Europa ex soviética. Kohl consiguió mediante el pilotaje del proceso de reunificación alemana orientar la política comunitaria hacia un nuevo punto de mira situado en Europa del Este. De esta manera, la Unión Europea (Anteriormente Comunidad Europea) dejó de basarse en la colaboración de Estados bastante homogéneos y altamente desarrollados, para abrir sus puertas a Europa del Este.

Los Estados del Este de Europa por otro lado inician sus procesos de desvinculación de la URSS a mediados de la década de los 80, mediante la mayor apertura aportada por la política de Perestroika impulsada por Gorbachev. Pero es precisamente el año 1989 donde se intensifica esta desvinculación: Polonia inicia la liberalización de su Estado, que este mismo año convoca las primeras elecciones libres que dan por primera vez la victoria a un partido no comunista; en Hungría y Checoslovaquia también se impulsa el pluralismo político llevando a los Partidos Comunistas a posiciones minoritarias. Todos estos cambios, a excepción del también producido en Rumania, se llevaran a cabo pacíficamente, lo que dará muestra del sustancial cambio en la Situación Internacional y en la actitud de Gorbachev y la URSS, la cual se enfrenta con numerosos problemas en su interior que le hará desinteresarse en la perdida de sus Estados Soviéticos satélites, los cuales harán desaparecer el CAME y el Pacto de Varsovia, y así cerrando el último contacto con su pasado soviético.

Todos estos cambios producirán una especial situación de “euroeuforia” que llevará a partir de 1990 a preparar una Conferencia Intergubernamental que haga avanzar la cooperación a otras materias como seguridad, defensa o unión monetaria, y de esta manera asentando las bases de lo que será la Unión Europea.
Jordi Gómez
Funcionario y estudiante de Ciencias Políticas

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