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viernes, 22 de octubre de 2010

Las clases medias chinas

La dramática mutación experimentada por la sociedad china de principios del siglo XXI afecta sobretodo a los elementos más vulnerables en ella. Como, por ejemplo los ancianos, que gozaron del máximo respeto en la sociedad patriarcal. Otros colectivos afectados son los cientos de miles de personas infectadas con el virus del sida, que las autoridades locales y el Gobierno central han considerado la mancha de su brillante camino hacia la prosperidad; o los cientos de millones de jóvenes que contemplan cómo el Estado se empeña en mirar al futuro sin darles tiempo de digerir el presente.

El principio de solidaridad es el elemento esencial en la sociedad socialista y se ha visto en China pisoteado por el culto al dinero que se ha impuesto de manera prioritaria. A ello, además, se une la individualidad tras la apertura al exterior como consecuencia de la influencia occidental hace que incite a los jóvenes a una búsqueda constante de su identidad.

Entre los numerosos análisis aparecidos en la prensa oficial sobre las causas del desarraigo y desconcierto de la juventud, se puede señalar cinco razones para intentar explicar dichas causas y son las siguientes: el aumento del materialismo que ha acabado con el sentido del esfuerzo; el creciente número de hijos únicos echados a perder por ser desde el nacimiento pequeños emperadores de sus casas; el aumento de los divorcios; la influencia creciente de los medios de comunicación y la competitividad cada día más agresiva que encuentran tanto en la universidad como a la hora de buscar un trabajo o desempeñarlo.

Los expertos consideran que unos 30 millones de jóvenes chinos menores de 17 años tienen problemas psicológicos derivados de no poder asimilar la rapidez con el que China salta desde una sociedad rural patriarcal a la era tecnológica.

En el verano de 1982 el Gobierno chino autorizó, con gran asombro de su población, la apertura al exterior desde la fundación de la República Popular. Como consecuencia, empezaron a aparecer un nuevo sector de la urbe: personas con una gran capacidad adquisitiva y en lugar de ser consideradas enemigos del pueblo, según la vieja terminología maoísta, se convirtieron en los niños mimados del Partido Comunista, les abrieron las puertas e integraron en sus filas. Estos nuevos capitalistas rojos descubrieron los placeres del lujo. Y su objetivo fue fundamentalmente hacer dinero, mucho y rápido, y ganar influencia política y económica para sus negocios. En definitiva, lo que hizo el PCCh fue más que legalizar la situación de muchos de sus cuadros que, bajo el escudo protector del partido, y aprovechándose de un amplio tráfico de influencias, se habían hecho multimillonarios.

Hay que añadir que hubo también cientos de miles de empresarios privados cuyos ingresos habían subido de forma alarmante y que por su número son los que han hecho cambiar el paisaje de las ciudades chinas y quienes, además de ricos, se han convertido en padres de la nueva clase media china.

Finalmente y como conclusión decir que en las tres últimas décadas China ha entrado en una espiral de transformaciones sin precedentes con un dinamismo y una gran complejidad. Y como resultado la sociedad china está sometida a una revolución permanente que amenaza con destruir sus cimientos, al tiempo que la convierte en la sociedad más dinámica del mundo. El proceso de modernización del país tiene como efecto directo unos problemas y deficiencias que requieren planes a largo plazo que estabilicen y aseguren el buen funcionamiento del mismo. Las diferencias sociales creadas por las concentraciones de riqueza de un sector y la creciente diferencia entre la calidad de vida del oeste y el este hacen que el sistema peligre considerablemente.
ANTONINA GONZÁLEZ
Licenciada en Estudios del Ásia Oriental

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